China se apunta a la carrera espacial con la ayuda de Europa y a pesar del recelo de EE.UU.
Las industrias estiman que el volumen mundial de negocio de la industrias de fabricación de satélites llega hasta los 92.000 millones de dólares al año. La mera actividad de disparar el satélite al espacio se lleva 3.200 millones de dólares. Para el analista de Fortis, Bertrand Laport, el precio para lanzar un satélite en Estados Unidos, Europa y Rusia se eleva a los 8.000 millones de dólares. Según Laport, poner un satélite en órbita en China cuesta la mitad de dinero que en cualquier otra parte del mundo. Además, se ofrecen servicios adicionales: ellos pagan el transporte y el manejo del material. Pero «la otra gran ventaja es que «las ventanas de lanzamiento son bastante flexibles», mientras que en el resto de países los lanzamientos se reservan con más de dos años de antelación. Además los lanzamientos en China son bastante fiables y por lo tanto «el país está siendo una opción cada vez más a considerar conforme pasa el tiempo», según el francés. Y con el paso del tiempo y de seguir esta tendencia, Washington podría terminar relajando las restricciones sobre en este ámbito de las relaciones económicas con China, en parte por la presión cada vez mayor que las compañías están ejerciendo sobre el Gobierno. Y la tendencia está comenzando a hacerse notar: la tasa de mercado en la construcción de satélites ha descendido desde el 80 al 41 por ciento durante los últimos 10 años. «Si los grupos no americanos están construyendo estos satélites para clientes que estén dispuestos a mejorar sus relaciones con China, China estará manejando la misma tecnología que los Estados Unidos a pesar de la restricción», estima Laport, quien recomienda a Estados Unidos que «más vale que cambie las reglas para que se apliquen sólo a las tecnologías relevantes en materia de defensa», en declaraciones recogidas por el magacín ‘Time’. No todo el mundo lo ve así. El congresista republicano Dana Rohrabacher subrayó que «cualquier revisión de la normativa debería tener en cuenta que las naciones que contribuyen a la proliferación de armas de destrucción masiva no deberían recibir sistemas de alta tecnología, y uno de esos países es la República Popular de China». «De esta forma, Eutelsat vende decenas de millones de dólares en servicios de satélite al Gobierno estadounidense a través de la Agencia de Sistemas de Información de Defensa (DISA). Así comienza el juego de la gallina –a ver quién de los dos cede primero– entre Eutelsat y la administración Obama». Pero Foust también destaca que muchas compañías estadounidenses , así como el Gobierno en Washington suelen emplear a operadores de satélite europeos para sus propios sistemas de comunicaciones, entre ellos el Pentágono. Así que «tienen más que perder si intentan desarrollar llevar esta lucha a las altas esferas del Congreso». De esta forma, el experto anticipa que Estados Unidos podía optar por «una reforma política que permita que todo el mundo trabaje con mayor eficiencia, y que a la vez proteja los intereses estratégicos del país». En ese caso, China, libre de ataduras, saldría vencedora.